Principios, valores e ideas en baloncesto

Si me das a elegir
Entre tú y mis ideas
Que yo sin ellas
Soy un hombre perdido
Si me das a elegir, ay amor

Me quedo contigo
(Los Chunguitos)

Empiezo este texto pidiendo disculpas. Disculpas porque es posible que haya quien se dé por aludido y sienta que le falto el respeto. Desde ya digo que no es mi intención faltar al respeto, pero sí entiendo que hablar de mis principios en cuestión de baloncesto implica hablar de lo que considero que está bien y está mal, y eso no siempre coincide con el  pensamiento de otras personas. Asumo ese riesgo, pero quede claro que de lo que quiero es hablar de mis principios. “¿Y por qué no te callas entonces?” Podrá decir alguien. Pues porque eso no lo contemplo en mis principios y valores, en tanto en cuanto considero un acto de justicia, un valor clave, el defender éstos públicamente y hacer proselitismo de ellos.

Los principios son reglas o normas que orientan la acción de un ser humano, de carácter general y universal, inmutables en el tiempo, tales como amar al prójimo, justicia, integridad, procurar hacer el bien, etc. Son, por tanto, el conjunto de reglas de comportamiento con la que diriges tu vida. Así, por  ejemplo, un político corrupto no tiene principios porque no respeta el bien común.

En cuanto a los valores son el reflejo de nuestro comportamiento basado en los principios. Son conductas o normas que se consideran deseables que nos permiten orientar nuestro comportamiento en función de realizarnos como personas. Son características o cualidades de una persona como respeto, equidad, tolerancia, solidaridad, compromiso, honestidad, lealtad, etc.

No pretendo tampoco sacar pecho y colgarme la medalla de santo. No, soy débil, a veces sucumbo a tentaciones, me equivoco e incluso tendré valores que para otras personas no serán más que antivalores. Lo paso mal cuando tengo que tomar decisiones en las que entran en conflicto objetivos con valores, o incluso valores entre sí. Imagino que nada nuevo bajo el sol.

Aplicado al baloncesto, alguna de las máximas que yo pretendo como entrenador de baloncesto, aunque a veces meto la pata, son cuestiones como:

Hacer lo correcto siempre, independientemente de lo que haga el rival. Es decir, no vale el razonamiento de que como el rival hace algo que considero incorrecto yo me siento autorizado también a hacerlo. Ejemplos cotidianos: no cambiar un horario de partido porque a mí este club no me lo cambió, hacerles determinada defensa o ataque que consideramos incorrecto porque ellos a mí me hicieron tal cosa…

Como si pudieran llegar a élite. Si hablamos de baloncesto de formación, formarles lo mejor que yo sea capaz, desde el punto de vista de que, a poco que la realidad no me lo desmienta fehacientemente, hay que trabajar como si realmente tuvieran un talento latente que les pudiera permitir llegar a jugar en élite. Es decir, formar pensando que tenemos que orientar el trabajo para que en un largo plazo hayan desarrollado TODO el talento que pudieran tener dentro.

No valen los atajos, el saltarse etapas de la formación para lograr otros objetivos menos ambiciosos o cortoplacistas (ganar partidos como sea, vamos). Hay que trabajar el corto plazo (potenciar las fortalezas) pero sobre todo el largo plazo (insistir en mejorar las debilidades, mano débil, variedad de recursos de técnica individual, persistir, persistir...), centrarse en la defensa individual antes de saltar a la colectiva, etc. Por ejemplo, yo soy muy pesado en el trabajo técnico con la bilateralidad y con ofrecer un amplio abanico de recursos técnicos en finalizaciones o manejo de balón. Es decir, en mis equipos empleo muchas horas de entrenamiento en usar la mano débil con el objetivo de que cada vez sea menos merecedora de ese adjetivo, de forma que los ejercicios específicos de finalizaciones intento que como mínimo el 50% de las repeticiones sean por lado de mano débil... usando mano débil (si por lado de mano débil se usa mano dominante tenemos casi las mismas). Ese tipo de trabajo tarda mucho tiempo en cuajar, y por supuesto, es complicado que se manifiesten resultados ya en la próxima “final” de la temporada en curso. Evidentemente, el tiempo que dedicamos a trabajar la bilateralidad no lo podemos dedicar a otra cosa. Creo que hay que hacer ese trabajo diario aunque la primera canasta con mano izquierda la metan cuando tú ya ni siquiera estés entrenando en el club.

En formación el baloncesto debe ser divertido. Aquí complicamos un poquito (solo un poquito) la cosa si nos remitimos firmemente a las dos ideas anteriores, aunque para nada es imposible compaginarlo. Lograr ciertos gestos técnicos en ocasiones implica cierto trabajo repetitivo o machacón que a ratos puede ser menos divertidos que otros pero que son necesarios adquirir determinadas habilidades básicas que no siempre se pueden trabajar de un modo global. Saltárselos en aras de la diversión pura tampoco es el camino. Hay que buscar camuflar lo mejor posible ese trabajo más áspero y buscar el equilibrio para que resulte divertido, pero también gratificante, pues pocas cosas hay más gratificantes para un jugador que constatar la propia mejoría.


No vale todo para ganar, si tenemos las anteriores máximas como entrenadores, no podemos hacer excepciones, y esa quizá es la parte más complicada para todos de cumplir, yo el primero. Si, por ejemplo, consideramos que no está bien defender en zona en los primeros años de formación pero tenemos como objetivo personal o deportivo del año “ganar la final”, si excepcionalmente nos saltamos esos valores y principios para lograr ese objetivo estaremos transmitiendo a nuestros/as jugadores/as, padres, público, etc. que en realidad es todo postureo y que “ganar” es realmente lo único importante, pues estarás diciendo que sí, que está bien hacer todo eso que consideramos correcto, pero sólo cuando no haya nada importante en juego. Vamos, que en realidad no es importante. Y una vez sentado el precendente ¿dónde está el límite de lo importante?. ¿La final regional es importante?, ¿la de junior?, ¿la infantil? ¿en benjamín lo es? ¿el partido que daría el liderato en la clasificación es importante?, ¿el partido que te metería en play off es importante?, ¿el partido que levantaría la moral del equipo y cambiaría la dinámica es importante?.


Las defensas zonales en formación


Considero que la defensa zonal es un recurso válido, que hay que introducir poco a poco a partir de cierta edad (creo que normalmente en cadete de primer año puede ser buen momento, pero dependiendo del nivel del grupo se podría incluso retrasar un poco si tuvieran carencias técnicas más urgentes que atender).

Aún aceptando un margen de tiempo al respecto del momento idóneo de introducción, considero que en ningún caso, en ninguno, sin excepción, se debe hacer zona antes de cadete. No, en la "final" tampoco.

Se ha escrito y hablado hasta la saciedad al respecto de los motivos a favor o en contra de introducir la zona en edades tempradas. Se puede cuestionar los fundamentos de dicha crítica a la zona como incluso en este blog hicimos, abriendo la cuestión a la posibilidad de que tengamos en el banquillo en cuestión a un estudioso del tema que lleva décadas investigando sobre la metodología del baloncesto y seamos nosotros los pardillos fundamentalistas con pancartas antizona.

¿Pero porqué está mal una zona en edades tempranas?


Simplificando mucho y dicho de modo muy resumido, una defensa zonal implica dominar conceptos del juego básicos como ocupación de espacios, pase, juego colectivo, etc. En principio, parece que obligar a trabajar esos conceptos es algo bueno ¿no?. Sí cierto, aunque hay un detalle importante que tira por tierra ese argumento, pues hay un recurso IMPRESCINDIBLE para un correcto ataque a zona: combinar amenaza interior con amenaza exterior. Si no se tiene eso es poco menos que imposible atacar una zona en cualquier edad y categoría del baloncesto. Creo que ya nos vamos entendiendo ¿no?. Un niño, y  más aún una niña, menor de 14 años, es muy muy raro el caso en el que llegue al aro lanzando desde 6,75 m. e incluso menos. Me refiero a llegar, de meter ya ni hablamos, y mucho menos aún de hacerlo usando una mecánica de tiro adecuada que le permita una progresión técnica correcta en el futuro.

Todos los entrenadores sabemos que en edades tempranas la amenaza exterior real es mínima (no es nula, pero sí mínima). A poco que se consiga neutralizar la amenaza interior colocando toda la defensa muy cerca del aro, casi únicamente se le brinda al rival la opción del lanzamiento exterior. Por muy bien que se ocupen espacios, se pase el balón y se liberen tiros exteriores para obligar a la defensa a abrirse para impedir tiros, estos tiros exteriores liberados no son una amenaza creíble y, por tanto, si nadie sale a evitar el posible tiro no hay modo de meter el balón cerca del aro con un mínimo de espacio libre con el que jugar. Evidentemente, no hay que saber mucho de baloncesto para entender que en una situación así una defensa de este tipo tiene una ventaja competitiva grande, basándose únicamente en explotar las carencias físicas del rival propias de la edad. Además, se trata de una defensa que no busca atacar el ataque para provocar el fallo sino que se limita a esperar el fallo atrincherándose junto al aro.

Habrá a quien esto le parezca bien, a mí no me lo parece nada, y me creo en la obligación de decirlo públicamente.

Hay clubes cuya filosofía al respecto, especialmente en baloncesto femenino, contempla la defensa zonal como la herramienta fundamental de la defensa en baloncesto, y en sus equipos seniors es la que usan habitualmente. En estos clubes se suele hacer una introducción temprana de la zona en sus equipos de formación, siempre de forma planificada, pero aún así pocas veces se la ves hacer ya en infantil. En estos casos el uso de la zona responde a una filosofía deportiva que considero lícita, si bien no comparto, básicamente porque a mí personalmente me parece lo más aburrido del mundo ver a dos equipos defenderse mutuamente en zona. Pero ojo, eso es meramente una opinión personal relacionada con la estética del baloncesto, que no deja de ser algo que considero muy importante.

En el baloncesto en general, y muy especialmente en categorías de formación, creo que con las variables que sea y adaptado a la edad, el principio defensivo fundamental debe ser el buscar forzar el fallo al rival a través de una difensa muy intensa y valiente en toda la pista, que propice un ritmo rápido de juego.

Si es legal ¿porqué no hacerlo?


No tiene nada que ver lo legal con lo que esté bien o mal. Si algo no es legal no se puede hacer, pero el mero hecho de que esté permitido no me obliga a hacerlo, porque en la vida no hay que atender sólo a las leyes y normas, también a los principios y valores, que entiendo que han de estar en un plano incluso superior a éstas.

Un ejemplo claro para entender la diferencia entre lo legal y correcto. Según el reglamento si un jugador se lesiona en una acción de ataque y queda en el suelo mientras el otro equipo realiza contraataque los árbitros no pararán el juego hasta que finalice éste. Por lo tanto si es un jugador del otro equipo el que se lesiona y salimos al contraataque deberemos terminarlo y meter canasta porque la normativa del baloncesto lo permite ¿no?. Pues no, no es correcto. ¿Y si no nos damos cuenta de la lesión y metemos la canasta?. Pues también tiene solución, como en el ejemplo del video que les dejo, del último Campeonato de España de clubes: partido entre Estudiantes y Rivas, jugadora de Rivas se lesiona, Estudiantes no se percata y anota contraataque, Estudiantes se deja anotar la siguiente canasta para volver a la diferencia de puntos que había antes de la lesión.  "Pues a mí me parece correcto anotar contraataque y seguir jugando", me dirán. Bueno, entonces no compartimos la forma de entender el baloncesto y la vida. Más de una vez mi equipo ha corrido ese contraataque, pues yo pido a las jugadoras que si no está claro que hay lesión sigan (no parar los contraaques por un simple resbalón de una rival), pero si está claro que la hay se debe parar. Ahora, gracias a este ejemplo de deportividad, tengo claro también lo que hay que hacer si además se ha anotado canasta.



 

La educación


Un principio básico es que el baloncesto es educativo. La cuestión es si eso debe limitarse a la pista o ir más allá. Si se detectan problemas educativos que vienen de fuera ¿hay que meterse?. Yo creo que sí, aunque eso normalmente significa salir trasquilado en algún embite, pues muy probablemente nos estaremos metiendo a intentar cambiar algo que en casa no se ha querido cambiar por el motivo que sea, cuando no ocurra incluso por una diferente percepción en los valores entre padres y entrenador.

No será la primera vez que un entrenador afea una conducta extradeportiva a un jugador y obtiene como respuesta de padres o directiva el que no debía meterse ahí porque o no es asunto suyo o no está pasando nada malo.

Creo que no hay que mirar para otro lado cuando se detectan problemas de este tipo. Si se produce un caso de posible acoso ¿hay que intervenir? ¿es cosa de niños?. Si no se meten los padres ¿porqué he de hacerlo yo?. Es complicado, pero creo que forma parte de nuestro trabajo.

Sobre aspectos relacionados con la educación de jugadores y padres ya hablé en otra entrada, no voy a profundizar más ahora.

El reparto de minutos


Uno de los temas que más quebraderos de cabeza me trae, supongo que como a todo entrenador que se precie, es mi propia batalla interna a la hora de que se imponga el principio de justicia en este tema, uno de los más cuestionados de siempre y para siempre entre jugadores, padres y afición y que jamás se resuelve por aclamación.

A mis jugadores/as a principio de cada temporada les explico que aún pudiéndome equivocar siempre intento ser equitativo, que no democrático, en el reparto de los minutos, un concepto fácil de explicar pero complicado de aplicar. Hablamos de equidad al referirnos a la “disposición del ánimo que mueve a dar a cada uno lo que merece” y claro ¿qué merece cada uno?. Digamos que es una compleja fórmula no expresa que tiene en cuenta todos estos factores combinados:

  • Franja de edad en la que nos movemos, de forma que a menor edad hay mayor componente democrática/igualitaria en el reparto y ésta se reduce al ir subiendo categorías.
  • Esfuerzo físico en los entrenos diarios y partidos.
  • Esfuerzo mental. Normalmente es el mismo jugador o grupo de jugadores quienes no se han enterado de cómo funciona el ejercicio de turno o su rotación. Incluso hay quien llega a fin de temporada y no se sabe las dos únicas microjugadas de un pase o dos que lleva el equipo. Si hay esfuerzo físico pero no se presta atención a qué hay que hacer el entrenador se verá poco motivado a dar minutos a esa persona.
  • Compromiso. Hablo básicamente del tema asistencia a los entrenos e incluso a partidos y lo razonable de los motivos para ausenstarse. No es lo mismo no venir sin explicación alguna, que por “tener que estudiar”, que por tener una actividad fija o logística que imposibilita venir determinado día de la semana. Caso real, y frecuente: viernes festivo, mensaje de lunes un rato antes del entrenamiento: "no puedo entrenar porque tengo examen mañana".
  • Mejoría experimentada. Está claro que suele ser fruto de la combinación de los factores anteriores, y merece ser premiada con minutos.
  • Potencial real o capacidad de aportar en partido. Este es un tema delicado y ante el que los entrenadores tenemos que estar muy alerta, pues es muy grande el riesgo de primar en demasía este factor y “premiar” a gente con talento innato que no se esfuerza lo que debería, con el agravio comparativo importante respecto a quienes se matan a trabajar a diario pero no tienen ese potencial innato. Es decir, "el bueno" no debería jugar más que los demás sólo por ser "el bueno", pero sí es cierto que el "sumar" en pista también hay que valorarlo como un factor más.
  • Objetivos y posibilidades deportivas. Ojo, nosotros también queremos ganar, y el reparto de minutos es una herramienta importante para ello. Aunque los reglamentos pasarela ya imponen unos mínimos y máximos de minutos en edades tempranas sigue habiendo margen para que el entrenador estire o recorte minutos en función del objetivo cortoplacista de ganar. A este respecto considero que la pasarela tiene sus pros y contras. El pro es que nos obliga a todos a que todos los jugadores jueguen un mínimo y un máximo y no se llegue al extremo en casos de reparto de minutos injustos (juega todo el mundo un mínimo y no se exprime al límite al “bueno” del equipo). Sin enbargo, a veces tiene como efecto indeseado que casos extremos “por abajo” (en cuanto a actitud y aptitud) se acomoden a jugar el mínimo que dicta la pasarela pese a no estar en los “mínimos” razonablemente exigibles de cumplimiento de los criterios apuntados más arriba. Creo interesante poder repartir más "democráticamente" de la cuenta en determinados momentos para que, llegado un momento de final de temporada, ya sin pasarela o ya sin asignación “gratuita” de minutos, pueda ocurrir que haya jugadores/as concretos que se queden con muy pocos minutos jugados o incluso sin jugar en algún caso concreto. Ello acarrea la consiguiente incomprensión de jugador/a y padre correspondiente, que en ese momento no recuerda los partidos en que el jugador/a ahora damnificado jugó tanto como los “buenos” o incluso más, ni cuando no vino a entrenar porque tenía que estudiar un lunes tras tres festivos, o cuando ni vino ni avisó, o las veces que se le regañó por no prestar atención o no esforzarse lo mínimo, etc.

Querer ganar es lícito, querer únicamente divertirse también

En definitiva, y volviendo a la parte más filosófica de este texto. Se puede tener otros principios u objetivos baloncestísticos diferentes a los míos, que no comparto, pero que puedo entender perfectamente.

Pongamos un caso hipotético, que no tiene porqué ser real o reflejar a ningún entrenador o club concreto ni hacerlo de forma plena en su caso. Un modelo muy diferente a partir de simplemente cambiar uno, y solo uno, de los puntos de vista básicos de partida que yo tengo.

Supongamos como punto de partida la premisa “aquí nadie va a llegar a élite”. Esa simple idea lo cambia todo. Veamos. Si el objetivo no es trabajar como si se pudiera llegar a élite el objetivo pasa a ser básicamente la diversión a corto plazo, y no hay nada más divertido en baloncesto como el competir… y ganar.

Si el desarrollo máximo de las potencialidades deportivas del jugador no es un principio fundamental tenemos más variables con las que orientar más hacia la diversión. Se puede suprimir o recortar cierto trabajo que es complicado de realizar lo adornes como lo adornes y enfocar el trabajo de otro modo.  Ese tiempo gastado en eso tan desagradable como la técnica individual pura dirigida analíticamente, que además suele ser menos divertido que abrir el abanico a la libertad del jugador, se puede gastar en focalizar en unos pocos recursos básicos y ganar tiempo para más juego colectivo (que es más divertido que el trabajo individual) y juegos competitivos de índole diversa, relajando el grado de exigencia y de posibles tensiones en el grupo por exceso de exigencia del entrenador, incrementando la diversión a corto plazo. Eso permite tener más eficacia a corto plazo en las pocas habilidades trabajadas (reforzar lo que se domina vs trabajar lo que no tanto). Si se añade el componente de defensa zonal como herramienta puntual, o habitual según necesidad, etc. podemos perfectamente lograr un objetivo totalmente loable como que nuestros jugadores sean los que más se diviertan. El precio a pagar existe, pero quizá es perfectamente asumible, pues que en edad senior el jugador en cuestión llegue, por decir algo, con el 70% de su potencial en lugar de con el 100% no será especialmente importante pues a la inmensa mayoría le importará poco ese 30% que no se desarrolló (insisto en que pongo esas cifras por poner algo), ni siquiera al jugador si durante esos años se divirtió entrenando y jugando por debajo de sus posibilidades. ¿A quién demonios le importa eso?.

Además ese factor se tiende a corregir fichando, pues un equipo en el que los jugadores se divierten y además ganan es claro caballo ganador y atractor de jugadores, y obviamente si el club tiene posibilidad de fichar fichará, y fichará lo mejor que se le ponga a tiro, con lo que de ese modo se mejora el nivel medio del equipo y tendrá aún más opciones de ganar aún trabajando en ese supuesto 70% máximo de capacidad. El tema de los fichajes da para una próxima entrada en exclusiva.

En definitiva, posiblemente yo sea el que no está cuerdo, pero sigo unos principios y valores, aunque a veces dudo si la tentación del momento me ha llevado a sobrepasar alguno de mis propios límites. Intento estar alerta y espero que esas alertas me avisen de si ha llegado el momento de hacerse a un lado antes que empezar a saltármelos de forma consciente, pues eso sí que habría sido un fracaso.

Como hemos visto, la naturaleza humana es compleja, y ni siquiera tener unos principios y valores claros nos hace inmunes a la tentación de saltárnoslos en aras a logar un placer o recompensa inmediata aunque eso pueda dar una patada y reventar en añicos los tan imporantes principios y valores humanos.

No sé si habré conseguido dar unos apuntes sobre lo que considero mis principios (tampoco creo haber inventado nada en realidad) sin haber hecho sentirse mal a alguien. Si es así reitero las disculpas que señalé al inicio.

Esta canción (sí, de Los Chunguitos, magistralmente versionada por Antonio Vega y, en este caso, Manu Chao) cuenta esa idea de lo contradictorio del ser humano en relación a sus principios, o ideas, como reza la letra cuando éstas se cortocircuitan al entrar el corazón en liza.

Comentarios

Ángel tripiana ha dicho que…
Tremenda reflexión con la que comulgo en prácticamente su totalidad.Se suele producir en nosotros la eterna disyuntiva entre formar y ganar como si fueran excluyentes cuando una cosa suele llevar a la otra.

En cualquier caso, cuando yo hablo de formar no sólo hablo de enseñar técnica individual sino mucho más: compromiso, lucha, respeto,deportividad, etc. factores que pueden llevarte en algunos casos a perder partidos pero que, sin duda, te acaban dando el triunfo en la adultez de las niñas.

Entre los factores a ponderar a la hora del reparto de minutos también está la puntualidad y la actitud. Hay jugadoras que están en cuerpo pero no en alma y eso los padres no lo ven, simplemente te dicen que su niña no falta a los entrenamientos.

En relación a las reglas pasarela, yo siempre he sido un gran defensor de ellas en cuanto que cercenan la "querencia" de algunos entrenadores de jugar con 6 o siete jugadoras olvidándose del resto. Ahora bien, creo firmemente que en una época donde impera el sobreproteccionismo estas reglas fomentan el mismo, de tal guisa que niñas que entrenan poco o mal tienen garantizado diez minutos de partido o incluso si durante el mismo tienen una actitud "pasota" no puedes sentarlas como medida correctiva.

En cualquier caso gran gran reflexión en la que estoy muy de acuerdo en su totalidad. Un saludo
i12lomaj ha dicho que…
Gran articulo y estoy de acuerdo al 99%

En cuanto a las reglas pasarela, ¿Si una jugadora quieres corregirla algo? Sino puedes sentarla para explicárselo y has de esperar los 10 minutos ¿le corriges de voz? pero con el juego, padres, etc ¿tendrás que gritar para que te oiga no? Te puedes encontrar que con el sobreproteccionismo que impera algunos padres se molesten por que estés dando voces ¿que hacer?
Juan Carlos García Gómez ha dicho que…
i12lomaj justo en el artículo anterior a este "La próxima temporada va a entrenar su padre" pongo algún ejemplo idéntico a lo que dices que me acarreó un problema bastante gordo "¿Quién eres tú para gritarle a mi hijo desde la banda?"

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