Estudiantes campeón de la liga ACB

La lucha contra los elementos… arbitrales

Escribo estas líneas cuando aún no se conoce el campeón oficial de la liga ACB (2-1). No obstante, para mí ya hay un campeón: Estudiantes. Los del Ramiro han sido el mejor equipo, el más rápido, ilusionado, aguerrido, cohesionado, imaginativo y hambriento de la liga ACB.

Sin embargo, estamos en una sociedad movida por el dinero. A principio de liga se construyen unas plantillas de jugadores en base a los presupuestos de cada equipo. Hay equipos que poseen una dilatada trayectoria, gran historial y prestigio.

Apostar a caballo ganador suele dar mejores resultados que no hacerlo. Por eso estamos rodeados de intereses creados, de trepas y pelotas por todas partes. El mundo del baloncesto no iba a ser menos.

Dudo mucho que desde un despacho, ajeno a los propios equipos, se determine expresamente quién debe ganar. Sin embargo, existe una especie de ley no escrita según la cual, dentro del arbitraje llegan más lejos aquellos árbitros que se ‘equivocan’ más a menudo a favor del poderoso que del débil.

También ocurre que, inconscientemente, esos presupuestos iniciales, que son públicos y más o menos conocidos, están en la cabeza de todos, incluidos los árbitros. Es el tipo de cosas que le haga interpretar a un árbitro que cuando Bodiroga hace un gesto extraño con los pies es un ‘látigo’ de los suyos o un prodigio técnico en forma de reverso o similiar, y que cuando es Carlos Jiménez quien hace algo parecido sean pasos porque este tío no sabe ni botar el balón, pues para eso cobra la cuarta parte que Bodiroga. Prejuicios se llama a eso.

Además, los equipos poderosos tienen más poder para que sus quejas tengan repercusión, trascendencia y, consecuentemente, deriven en una presión tácita o expresa contra ellos.

Así, en unos casos, los arbitrajes no imparciales obedecen intereses canallas en unos casos, prejuicios en otros, y miedo (a las represalias, presiones o ‘qué dirán’) en buena parte de los casos.

Por tanto, el que Estudiantes haya llegado a la final se considera por todos los estamentos baloncestísticos como un premio más que suficiente, con lo que la posibilidad de que ganaran incluso la liga se les antoja desproporcionado. Vamos, como si hubiera que hacer algún tipo de justicia paralela a la que ocurre en la cancha.

Por eso no es de extrañar que, esos arbitrajes habitualmente blandos con el Barça, lleguen estos días al paroxismo, y que la final me esté recordando a los clásicos partidos contra la clásica Yugoslavia, con sus clásicos desenlaces.

Claro, cuando una plantilla, a priori, es la mejor de Europa, a ver quién es el chulo que dice que le han ayudado los árbitros a ganar el título “¿Acaso la canasta la metió el árbitro en lugar de Bodiroga?” y otras sandeces por el estilo. Claro Bodiroga es el mejor jugador de Europa, pero no todos los días ejerce de tal, y un Loncar inspirado, como en estas finales, es tan letal como él… si le dan las mismas ventajas que al del Barça, por supuesto.

En baloncesto es facilísimo cambiar los resultados naturales de los partidos sin montar un escándalo. Hay tantas acciones en las que poder tomar decisiones que una leve diferencia de criterio a la hora de pitar un partido igualado da de sí lo suficiente como para cambiar 10 puntos de dueño. Y 10 puntos en baloncesto es una vida.

Me resulta chocante que ningún periodista haga casi nunca alusión al papel de los árbitros. Parece haberse convertido éste en un tema tabú, del que da vergüenza hablar por si se le tacha a uno de forofo. Y mientras, Imbroda repitiendo desapasionadamente en cada repetición: “pues no, no parece que haya sido falta de Estu”, “Sí, parece que el jugador del Barça toca al del Estu”, pero sin atreverse a ir más allá en el comentario y decir que ya lleva dicha la misma frase tantas veces, que algo está pasando con el arbitraje.

Estudiantes cometió errores en sus dos primeros partidos, y no remató a su contrincante cuanto tuvo ocasión. El Barça tiene la mejor plantilla de Europa, y cuando se pone a toda máquina es casi imposible pararle. Por otro lado, ningún árbitro se jugará en España el pellejo por montar un escándalo y robar un partido para el Barça, pero la inmensa mayoría se tragará el pito en los últimos minutos, cuando el Barça está ya cerca en el marcador y en la zona culé se da de todo menos besos, y acudirá rápidamente a pitar falta a Bodiroga cuando alguien haga un amago de meter la mano. Tiros libres, dos puntos, un rival eliminado por cinco. Así de fácil. Sin montar escándalo.

El principal error de Estudiantes, aparte de las pérdidas de concentración de Brewer en los finales, fue no ser capaces de, en los dos primeros partidos, llegar a esos dos últimos minutos con 10 puntos de ventaja. El Barça es como la vieja Yugoslavia: dame un minuto, una desventaja de 7 y tres árbitros adecuadamente instruidos y el partido es nuestro.

Como decía Felipe II con la Armada Invencible: “No mandé a mi armada a luchar contra los elementos, sino contra los ingleses”. Pues aquí los elementos tienen color gris. Y dudo que Estudiantes pueda con el Barça y también con los elementos… arbitrales.


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