La temporada que viene va a pitar su padre
El pasado fin de semana tuvo lugar la F4 infantil femenina en Alcantarilla en la que participé como entrenador de uno de esos cuatro clubes. Dejo para más tarde hablar de la parte deportiva de esa F4. Justo antes de disputar nuestro primer partido, y con la excusa de una decisión arbitral complicada que metió en la final del torneo a un equipo con una canasta fuera de tiempo (o no, eso en este caso importa bien poco), el padre de una jugadora de uno de los equipos increpó primero bastante violentamente (doy fe, pues casi me salpica algo al pasar al lado) y tuvo que ser alejado de los colegiados por las personas que por allí estaban (directivos de Jairis, vamos). Más tarde, al terminar nuestro partido, me enteré de que el energúmeno que tuvo que ser sacado de la pista sin llegar a agredir más que verbalmente a los árbitros, tomó la cobarde decisión de esperar a uno de ellos (casualmente el fisicamente más pequeño de los dos) en los pasillos del pabellón para consumar la agresión al árbitro que no le dejaron hacer en la pista.
Pese a que la Federación Murciana de Baloncesto solicitó un castigo ejemplar, ahora me entero de que la agresión le va a salir a ese señor poco menos que gratis (130 € de multa) [Nota del 04/06/17: Ese dinero era por la multa, la información estaba incompleta, así que aporto el fallo del juez], y no puedo hacer otra cosa que echarme manos a la cabeza con lo que eso implica desde varios puntos de vista.
Si ya de por sí es un disparate que alguien agreda a un árbitro (otra vez, que esto no es tan puntual como se quiere vender) el que eso salga poco menos que gratis es una barbaridad, no sólo por lo injusto en sí, sino porque ¿Quién va a querer pitar en el futuro?. Los jóvenes recién iniciados que dudan si dedicarse o no al arbitraje de forma más estable tendrán muchas más dudas tras algo así, y fácilmente muchos de ellos tirarán la toalla, y terminarán diciendo eso de que "la temporada que viene va a pitar su padre".
Supongo que el lector avisado sabrá que, al menos en la Región de Murcia, tenemos un importante déficit de árbitros. Esta pasada temporada han sido más de 5 fácil los partidos en los que me ha pitado un único árbitro porque no había más disponibles en esa franja horaria, de forma que algún sábado por la mañana ha llegado a haber en la Región algo así como 40 partidos y 60 árbitros (es decir, la mitad de esos partidos pitados por sólo un árbitro). Imagínense, además, el estrés añadido que ha de ser para un árbitro pitar él solo, y si añadimos a eso que se trate de un árbitro novato y el partido complicado la situación puede ser muy delicda y, por tanto, una experiencia bastante desagradable para el árbitro en cuestión.
Hay pocos árbitros, entran pocos nuevos, y son cada vez más los veteranos que se lo dejan prematuramente por hartazgo. ¿Cómo no se lo van a dejar?.
La agresión consumada es sólo el vértice del iceberg. Me da igual lo que pase otros lugares como en el fútbol, en el baloncesto cada vez es más incómodo sentarse en una grada a disfrutar de un partido, cada vez es menos probable estar tranquilo sin que nadie de entre el público se dedique a decir cosas, increpar o incluso insultar a los árbitros.
También creo que es un problema el que la gente que rodea al que increpa no haga nada, ni le afee la conducta ni algo más tajante. Entiendo que no es fácil ser un héroe hoy en día, y que el vecino de asiento del increpador normalmente será padre de otro/a jugador/a de ese equipo y, por tanto, alguien demasiado cercano como para atreverse a dar la cara por el árbitro ante alguien a quien tiene que ver a diario.
Los vecinos de asiento a veces incluso ríen la gracia al que molesta a los árbitros, y eso no tiene otra consecuencia lógica más que que el energúmeno de turno se venga arriba y entre en escalada, eleve el tono de la increpación para pasar al insulto al árbitro, que a su vez a veces se hace extensivo a miembros del equipo rival (entrenador, jugadores...) y nadie hace nada.

Ojo, los clubes tampoco. Normalmente, a los que terminan agrediendo se les ve venir, se les ve crecer mes a mes, año a año, empezando en el comentario inocente hasta terminar un día en comisaría. Raramente un agresor de este tipo no tiene antecedentes más livianos. Díficilmente es una sorpresa total para los que le conocen. Salvo raras excepciones, los que terminan agrediendo empiezan insultando.
Los jugadores, y más aún los entrenadores, no siempre ayudamos. Yo mismo soy bastante protestón y, aunque intento controlarlo cada vez más y más, y trato de conformarme con el mero diálogo civilizado con los colegiados de turno, entiendo que a veces en partidos de cierta tensión ayudaría más no haciendo la más mínima protesta o queja por civilizada que sea. Pero hay casos mucho peores y mucho más sistemáticos.
Compañeros entrenadores, tenemos que hacérnoslo mirar también. Tenemos una responsabilidad a través del ejemplo, no sólo a los deportistas que entrenamos, sino a los padres que están en la grada, quienes perfectamente pueden pensar que, si nosotros estamos legitimados para protestar a los árbitros cómo no lo van a estar ellos, que además son quienes pagan todo esto a través de las cuotas.
Esta temporada no es el primer árbitro que me comenta que se lo deja, que está harto, que no le compensa la mísera cantidad que se cobra por pitar un partido a cambio de recibir presiones constantes, en el mejor de los casos, cuando no directamente ser insultado con demasiada frecuencia y, más raramente, sufrir algo como lo de la semana pasada.
No estoy seguro. Cosas se pueden hacer, pero seguramente no son medidas muy populares ni tengo claro que todas sean viables. Algunas ideas:
En el caso de los padres energúmenos, los que ya tienen antecedentes (ya sea en sentido estricto legal o dicho coloquialmente) creo que algo así, que les obligue a ellos a pitar, sí podría ser una sanción ejemplarizante, del tipo de las que suele impartir el juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, a veces peculiares, pero siempre llenas de humanidad y vocación de ayudar al joven proyecto de delincuente habitual. Unos cuantos partidos pitados, sufriendo el estrés propio de la complejidad del arbitraje y, porqué no, un poco de su propia medicina de mano de otros espectadores (reales o siquiera "figurantes" para la ocasión) sería mano de santo. Estoy profundamente convencido.
Quién sabe, lo mismo de una "terapia" de este tipo desaparecería algún energúmeno de la circulación y hasta, quiero ser optimista, saldría algún nuevo árbitro, por no hablar del beneficio directo hacia el/la hijo/a del energúmeno reinsertado.
Es decir, que aplicando esa idea, perfectamente podríamos decir de forma expresa que la temporada que viene va a pitar su padre.
Pese a que la Federación Murciana de Baloncesto solicitó un castigo ejemplar, ahora me entero de que la agresión le va a salir a ese señor poco menos que gratis (130 € de multa) [Nota del 04/06/17: Ese dinero era por la multa, la información estaba incompleta, así que aporto el fallo del juez], y no puedo hacer otra cosa que echarme manos a la cabeza con lo que eso implica desde varios puntos de vista.
Si ya de por sí es un disparate que alguien agreda a un árbitro (otra vez, que esto no es tan puntual como se quiere vender) el que eso salga poco menos que gratis es una barbaridad, no sólo por lo injusto en sí, sino porque ¿Quién va a querer pitar en el futuro?. Los jóvenes recién iniciados que dudan si dedicarse o no al arbitraje de forma más estable tendrán muchas más dudas tras algo así, y fácilmente muchos de ellos tirarán la toalla, y terminarán diciendo eso de que "la temporada que viene va a pitar su padre".
Supongo que el lector avisado sabrá que, al menos en la Región de Murcia, tenemos un importante déficit de árbitros. Esta pasada temporada han sido más de 5 fácil los partidos en los que me ha pitado un único árbitro porque no había más disponibles en esa franja horaria, de forma que algún sábado por la mañana ha llegado a haber en la Región algo así como 40 partidos y 60 árbitros (es decir, la mitad de esos partidos pitados por sólo un árbitro). Imagínense, además, el estrés añadido que ha de ser para un árbitro pitar él solo, y si añadimos a eso que se trate de un árbitro novato y el partido complicado la situación puede ser muy delicda y, por tanto, una experiencia bastante desagradable para el árbitro en cuestión.
Hay pocos árbitros, entran pocos nuevos, y son cada vez más los veteranos que se lo dejan prematuramente por hartazgo. ¿Cómo no se lo van a dejar?.
La agresión consumada es sólo el vértice del iceberg. Me da igual lo que pase otros lugares como en el fútbol, en el baloncesto cada vez es más incómodo sentarse en una grada a disfrutar de un partido, cada vez es menos probable estar tranquilo sin que nadie de entre el público se dedique a decir cosas, increpar o incluso insultar a los árbitros.
También creo que es un problema el que la gente que rodea al que increpa no haga nada, ni le afee la conducta ni algo más tajante. Entiendo que no es fácil ser un héroe hoy en día, y que el vecino de asiento del increpador normalmente será padre de otro/a jugador/a de ese equipo y, por tanto, alguien demasiado cercano como para atreverse a dar la cara por el árbitro ante alguien a quien tiene que ver a diario.
Los vecinos de asiento a veces incluso ríen la gracia al que molesta a los árbitros, y eso no tiene otra consecuencia lógica más que que el energúmeno de turno se venga arriba y entre en escalada, eleve el tono de la increpación para pasar al insulto al árbitro, que a su vez a veces se hace extensivo a miembros del equipo rival (entrenador, jugadores...) y nadie hace nada.

Ojo, los clubes tampoco. Normalmente, a los que terminan agrediendo se les ve venir, se les ve crecer mes a mes, año a año, empezando en el comentario inocente hasta terminar un día en comisaría. Raramente un agresor de este tipo no tiene antecedentes más livianos. Díficilmente es una sorpresa total para los que le conocen. Salvo raras excepciones, los que terminan agrediendo empiezan insultando.
Los jugadores, y más aún los entrenadores, no siempre ayudamos. Yo mismo soy bastante protestón y, aunque intento controlarlo cada vez más y más, y trato de conformarme con el mero diálogo civilizado con los colegiados de turno, entiendo que a veces en partidos de cierta tensión ayudaría más no haciendo la más mínima protesta o queja por civilizada que sea. Pero hay casos mucho peores y mucho más sistemáticos.
Compañeros entrenadores, tenemos que hacérnoslo mirar también. Tenemos una responsabilidad a través del ejemplo, no sólo a los deportistas que entrenamos, sino a los padres que están en la grada, quienes perfectamente pueden pensar que, si nosotros estamos legitimados para protestar a los árbitros cómo no lo van a estar ellos, que además son quienes pagan todo esto a través de las cuotas.
Esta temporada no es el primer árbitro que me comenta que se lo deja, que está harto, que no le compensa la mísera cantidad que se cobra por pitar un partido a cambio de recibir presiones constantes, en el mejor de los casos, cuando no directamente ser insultado con demasiada frecuencia y, más raramente, sufrir algo como lo de la semana pasada.
¿Hay solución?
No estoy seguro. Cosas se pueden hacer, pero seguramente no son medidas muy populares ni tengo claro que todas sean viables. Algunas ideas:
- Sanciones sin piedad. Ante este tipo de casos castigar a saco. Máxima multa, expulsión de club y pabellones, etc. Pero no sólo por agredir, cortar también los insultos.
- Aislamiento desde dentro. Que los otros padres le aislen, que dejen de sentarse al lado, de dirigirle la palabra y, por supuesto, de reírle las gracias. Ya que no se puede pedir a otros padres la heroicidad de plantarle cara directamente, quizá sí al menos se le puede dar la espalda.
- Reglamentar sanciones desde club. Que todo este tipo de cosas estén reglamentadas por escrito dentro del propio club. Del tipo: "A quien se sorprenda insultando a árbitros, rivales, etc. se le sancionará con la prohibición de que tanto él como su hijo/a pisen el pabellón en x semanas". Sí, la sanción afectaría al niño/a, pues no hay nada más eficazmente persuasivo como algo así de drástico, pues se supone que hasta los energúmenos quieren con locura a sus hijos/as y están dispuestos a lo que sea por ellos. Pues qué mejor que comportarse adecuadamente para evitarle que sufran un castigo de este tipo.
- Formar. Tanto en cuestiones pseudopsicológicas como en conocimiento del juego y sus reglas, pues no hay nada como conocer lo que se tiene entre manos para respetarlo.
- Terapia con silbato y prevención. Un segundo paso en esa formación puede ser que todos los padres, al igual que jugadores, entrenadores, etc. pasen por el silbato en mayor o menor grado.
En el caso de los padres energúmenos, los que ya tienen antecedentes (ya sea en sentido estricto legal o dicho coloquialmente) creo que algo así, que les obligue a ellos a pitar, sí podría ser una sanción ejemplarizante, del tipo de las que suele impartir el juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, a veces peculiares, pero siempre llenas de humanidad y vocación de ayudar al joven proyecto de delincuente habitual. Unos cuantos partidos pitados, sufriendo el estrés propio de la complejidad del arbitraje y, porqué no, un poco de su propia medicina de mano de otros espectadores (reales o siquiera "figurantes" para la ocasión) sería mano de santo. Estoy profundamente convencido.
Quién sabe, lo mismo de una "terapia" de este tipo desaparecería algún energúmeno de la circulación y hasta, quiero ser optimista, saldría algún nuevo árbitro, por no hablar del beneficio directo hacia el/la hijo/a del energúmeno reinsertado.
Es decir, que aplicando esa idea, perfectamente podríamos decir de forma expresa que la temporada que viene va a pitar su padre.
Comentarios
A ver si entre todos dejamos de mirar para otro lado y asumimos que todos tenemos que formar parte de la solución!
También para los agresores de menor escala, los agresores a través de indultos o intimidación, también les haría aprovar el curso, para que por lo menos sepan lo que dicen, y después arbitrar 10 ó 15 partidos ... a ver que les parece entonces, pero que nadie del entorno sepa el porque está pitando!
Después esta gente debería de hacer como obra social, el hacer ver la dificultad de esta profesión y que debajo de ese uniforme hay un ser humano, con los errores que comporta ser humano !
Pues empezando con esa mentalidad, mal vamos, .... primero que la federación haga su labor de formar y recompensar buenos árbitros para no poner a personas descualificadas haciendo esa labor de EDUCACIÓN, por que a esas edades es formar/educar no competir, que esa es la diferencia que hay que enseñarle a los padres....
Pero repito, tienes toda la razón en la educación social de los padres, es necesario, pero también una restructuración y reorganización administrativa en la federación con respecto a los árbitros.
Gran reflexión. Al hilo de esto voy apuntar algo que refuerza tu teoría.
Empecé a arbitrar en Granada, donde sentí el apoyo de todos los veteranos de la federación, y tras unos 450 partidos en tres temporadas (sí, un árbitro pasa fácilmente los 100 partidos en una temporada y si tiene tiempo los 150), pasé a vivir a Alicante. Ú
Tras otras tres temporadas con otros tantos partidos...mi último partido fue uno en el que pité un derby Teixe-Alcoy. Al ser de Ibi, localidad del Teixe, los padres de Alcoy empezaron a insultarme antes de empezar el partido. Transcurrido el minuto 8 del primer cuarto una jugadora, tras una clara falta en ataque que pitamos a la vez mi compañero y yo, hizo un gesto de desprecio acompañado de “un vete a tomar por culo”, lo que supone expulsión inmediata como así hice. Bueno, los siguientes cuatro minutos de partido fueron lo más desagradable que he vivido en más de 900 partidos. Así las cosas en el minuto 2 de segundo periodo decido parar porque la situación era insostenible. En ese momento se personó el presidente, me prometió que calmaría a todo el mundo (la situación se destensó bastante) y tras dialogar, el partido continuó, no sin tensiones, pero de una manera en la que se podía desarrollar.
Tras todo esto, llevo las pertinentes fichas a federación, (Delegado de Campo y jugadora fueron sancionados con tres y un partido), y desde federación ni siquiera se me llama para comunicarme que, extraoficialmente, al ser la última jornada, lo mejor era que descansara...ni un ¿cómo estás? Bla, bla,bla...sino que me toca llamar al no recibir nada y entonces, después de 3 temporadas con problemas puntuales (todos relacionados con ser de Ibi y arbitrar al club, lo que un árbitro no puede rechazar porque supone sanción inmediata de un mes o más). Sólo ocurrió algo parecido a una pequeña disculpa, cuando empezaron a sospechar que me podía dejar el arbitraje ya que en el interior norte de la provincia de Alicante y sur de Valencia faltaban (y faltan) árbitros.
Con 26 años, trabajando de profesor como llevaba año y medio, y sin ninguna posibilidad de pasar de Autonómico por mucho que los informes e incluso la opinión de la mayoría de los clubes (lo que para federación no sirve absolutamente nada, al menos en la valenciana) fueran más que favorables, no poder pasar las pruebas físicas me condenaba a no subir. Eso lo tenía asumido, de hecho el arbitraje me ayudaba a controlar mi sobrepeso; pero que en el único gran problema que tuve, lejos de apoyarme, su respuesta fuera “si paras el partido tenías que haber llamado a la policía” en un claro “la culpa es tuya por no haberla llamado”, decidí, con todo el dolor de mi alma, colgar el silbato y dedicarme a entrenar.
Con todo este rollo, lo que quiero hacer es reforzar con un ejemplo que lo que has dicho ocurre.
Pero echo en falta que se profundice un poco mas en lo que realmente pasó en ese partido, en el fin de semana y las consecuencias que ha podido tener para el deporte base.
Gracias por los comentarios. Un abrazo.
Gracias por los comentarios. Un abrazo.
Gracias por los comentarios. Un abrazo.
Muy buen tema J.C
F.M.P