El Polaris, como Jekyll y Hyde

Los de Hussein este año están mostrando dos caras bien distintas, capaz de partidos excepcionales en casa y de casi hacer el ridículo fuera de casa


Esta campaña el Polaris muestra una irregularidad tal que es capaz de lo mejor y de lo peor en sólo unos días. R. L. Stevenson en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde mostraba cómo el ser humano es capaz de lo más sublime y lo más mezquino a la vez. Mientras que el respetado Dr. Jekyll se transformaba en el misántropo Mr. Hyde con tan sólo ingerir un brebaje, el Polaris suele pasar de hacer grandes gestas a tremendas pifias, dando normalmente la peor de sus caras en sus partidos fuera de casa.

El mismo equipo que humilló al TAU y se merendó al Gran Canaria y al Caja San Fernando hizo el ridículo en sus desplazamientos para jugar frente al Bruesa y Fuenlabrada, equipo éste al que había ganado previamente con claridad en casa. Cuesta a veces reconocer a ambos como el mismo equipo.

No parece haber un factor objetivo capaz de explicar tan radical cambio en sólo unos días, como tampoco lo hay para justificar la penosa imagen que da este equipo en buena parte de sus partidos de fuera de casa. Las posibles explicaciones racionales apenas dan una mínima ventaja al rival cuando se juega a domicilio. La pista, parquet y canastas son homologados y las diferencias entre una pista y otra prácticamente despreciables. Los desplazamientos se hacen con bastante antelación y con todas las comodidades, la pernocta se realiza en hoteles de lujo para evitar cansancio alguno. Los árbitros puede que a la larga tiendan a ser algo más benevolentes con el equipo de cada, pero nada que, en líneas genereales, justifique un bajón de juego tan grande.

La única explicación que queda para esa dualidad en el juego polarista hay que buscarla en la cabeza de los jugadores, en que éstos salgan a disputar los partidos convencidos de su inferioridad o de la imposibilidad de conseguir la victoria. No tiene mucha lógica, pero todo lo demás apenas varía en un entorno tan profesional.

En realidad, si los jugadores pueden salir en casa mentalizados de su potencial y dispuestos a entregarse a fondo, nada justifica que no puedan hacer exactamente lo mismo fuera de casa. El problema, de ser aplicable el paralelismo con el dual personaje de Stevenson, consiste en que el Dr. Jeckyll terminaba perdiendo el control y sucumbiendo a su malvado alter ego, Mr. Hyde, quien se tornaba en la personalidad dominante. Habrá que esperar que la ‘poción del partido de fuera de casa’ no acabe estropeando al buen equipo que muchas veces se puede ver en el Palacio de Deportes.

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