Portugal también existe

Moncho López es una persona de un trato superagradable. Me recibió de un modo muy cordial, y no sólo me permitió asistir al entrenamiento de ese día, sino que se mostró encantado de enseñarme las fantásticas instalaciones de que disfruta en el Dragao Caixa, la flamante cancha donde juegan los deportes de sala los equipos del FC Porto, sino que incluso tuvo el detalle de comentar cuestiones técnicas del entrenamiento de ese día a pie de pista. En la sesión de ese jueves, en concreto, Moncho tenía previsto hacer unos ajustes en su defensa en zonas, pues le preocupaba que los interiores del Académica iban bastante bien al rebote ofensivo desde el poste alto y quería que sus exteriores trabajaran el cerrarle esa posibilidad al jugador del rival que ocupara el tiro libre. Al final casi no le hizo falta al entrenador gallego usar su zona, pues defendiendo casi todo el partido en individual le fue suficiente para sentenciar el partido.
Los medios de trabajo con los que cuenta Moncho en Porto son de lo más profesional que uno se pueda topar en el baloncesto moderno: Tres ayudantes, uno de ellos dedicado full time al scouting, un preparador físico en exclusiva, tres fisioterapeutas, una piscina de calor y otra de frío, un gimnasio exclusivo para los deportes de sala del FC Porto, una organización superprofesional, buen salario, pagos puntuales, respetado como entrenador en el país vecino. No obstante, pese a esas buenas condiciones de trabajo, la competitividad de la liga no es comparable a la ACB, pues el Porto, el segundo equipo más importante de Portugal, sería en España un equipo de la parte media de la LEB Oro. Ahora mismo, el Porto está clasificado en tercer lugar, casi empatado a victorias con el Ovarense y con el Benfica como claro dominador de la liga con una única derrota, ocurrida precisamente hace unas pocas semanas en el Dragao Caixa.

Además de la calidad de las plantillas, la intensidad de la competición tampoco es comparable a una liga como la ACB. Un signo de ello es que en el partido que pudimos presenciar la semana pasada, contra el Académica, que llegaba en el quinto puesto de la clasificación y ya prácticamente clasificado para play off, ningún equipo hizo ningún cambio hasta el minuto 12. El Académica, al parecer inducido a ello porque a Benfica le dio un resultado aceptable, se colocó en zona 2-3 desde la primera jugada, y apenas hizo un amago de defender en hombre en los minutos finales, cuando ya perdía de unos 30 puntos, algo que cuesta imaginar en una liga como la ACB.

Una cosa que la ACB no permite y que, en cambio, me pareció un detalle destacable es el hecho de que Caixa Dragao cuenta con asientos a pie de pista, desde los que tuvimos el privilegio de ver el partido. Y cuando digo a pie de pista quiero decir exactamente eso, pues pudimos ver el partido pisando el parquet y a poco más de un metro de la banda, distancia más que suficiente como para intentar un trap o un robo de balón en un descuido al jugador que se acerque demasiado a la banda. Vamos, como las famosas butacas de gente como Jack Nicolson en el Staples Center. En este caso no son tras los banquillos, aunque sí en la banda de enfrente. Tres filas de butacas con vista privilegiada, que en el caso del Porto se utilizan como localidades de protocolo o VIP. No sería mala idea que la ACB tomara ese modelo, los clubs podrían usarlas para invitaciones VIP (dar colorido a las retransmisiones televisivas colocando ahí caras conocidas o bien vender esas localidades a un precio bastante más algo, logrando así ingresos extra).

En definitiva, un par de días en los que pude disfrutar de baloncesto desde dentro de un club tan profesional como el Porto, conocer mejor una liga de la que sabía bastante poco y, sobre todo, conocer a una gran persona y gran entrenador como Moncho López.
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