Campus de verano con monitores gratis ¿un mito?



El de los campus es un charco al que hasta ahora me había cuidado de no tirarme de cabeza. Uno va cumpliendo años y sería de esperar que la prudencia fuera haciendo algo de mella y en mí. Pero ya saben lo que dice el refranero sobre el monte y la cabra, y hoy parece que tengo el espíritu impregnado de sentimiento caprino.

El desencadenante ha sido este tuit que se cruzó en mi timeline hace unos días. Me resistí en ese momento a escribir sobre el tema, sabedor de cómo me pongo cuando me invitan, pero hoy siento la llamada inexorable del monte.

@Gonzalo_GV
Quiero invitar a un entrenador (remunerado) a trabajar conmigo y mi staff en el campus Next Level de @CampusGigantes que se organiza en Guadalajara entre el 4 y el 9 de julio. Si estás interesado envíame tu interés por MD.

El lector despistado se preguntará qué tiene de particular este inocente y aséptico tuit en el que se invita a los interesados a contactar para trabajar en un campus, el de Gigantes en este caso.

Al más veterano, o resabiado, puede que le pasara lo que a mí, y que una palabra, solo una, le reclamara toda la atención como las luces estroboscópicas de una alarma. Sí, esa palabra, la que está entre paréntesis: (remunerado).

Por si algún despistado aún no lo tiene claro: si en un tuit, medio que requiere parquedad de palabras, hay que indicar expresamente que un trabajo es remunerado… mal tema.

¿Se imaginan un trabajo de verano como vigilante de piscina o playa, o una academia de idiomas que en el texto del titular del anuncio indicara entre paréntesis que es remunerado?

¿Por qué en el contexto de los campus de baloncesto es preciso incluir ese paréntesis? (remunerado)

La respuesta es obvia: hay casos (muchos) en los que al monitor ni se le paga.

—Entonces, ¿es un servicio público?
—No
—¿Los niños asisten gratis?
—No
—¿Los encargados de la residencia la ofrecen gratis?
—No
—¿La empresa de catering lo sirve gratis?
—No
—¿El proveedor de ropa deportiva la trae gratis?
—No
—Entonces ¿por qué hay monitores que trabajan gratis?
—Buena pregunta.

 

El argumento para justificar no pagar a los monitores (o pagar una cantidad simbólica) bien podría ser que éstos, en realidad, se lo pasan bien. No digo que no, bien está pasárselo bien. Yo me lo pasaba muy bien cuando trabajaba de DJ, pero salvo los dos primeros meses (empecé por hacerle un favor a una amiga) en ningún momento contemplé, ni tampoco el empleador de turno, pinchar gratis (cierto que sí lo hice en negro durante años, pero eso es otro tema con enjundia).

Otro argumento para justificar no pagar a los monitores podría ser que los precios están muy achuchados y los costes se lo comen todo. Veamos, yo no llegué a terminar la carrera de Económicas, pero unas sumas y restas básicas creo que sé hacer. Lo de que las cuentas no salgan me puedo creer que ocurra una vez, ¿quién no ha calculado mal las estimaciones de costes e ingresos alguna vez? Pero vamos, si me ocurriese eso, la segunda vez ya no me la como y ajusto los precios. 

—Ya, pero —me dirá usted—, si subo los precios los críos (y crías, recuerden lo del masculino genérico) se apuntarán a otro campus.
— De acuerdo, pues si no vienen a tu campus lo mismo es que no es necesario. 

Y si quien organiza esto no lo hace por dinero, pues tampoco tendrá necesidad de forzar la situación, y desistirá de seguir montándolo, ya que parece que los críos no lo consideran necesario.

Pero no, eso no pasa, no es frecuente que los campus desaparezcan por intentar pagar un sueldo justo a los monitores. Eso quiere decir que al organizador le interesa montar el campus y que éste tenga un precio competitivo,  pero a veces eso solo se consigue al no pagar a los monitores.

—Entonces ¿el organizador monta todo el armatoste del campus gratis?
—Si no está dispuesto a pagar a los monitores ni tampoco a renunciar al campus está claro que no lo hace gratis.
—¿Estás insinuando que los directores de los campus se aprovechan de los monitores para forrarse ellos?
—No, tampoco es necesario que sea así en todos los casos, pero las meigas, hailas.

Otro argumento a favor de hacer los precios de los campus competitivos a base de escatimarle el salario a los monitores podría ser que es una especie de servicio público, por aquello de que todo sea por el baloncesto, por ayudar a formase a los jugadores, etcétera.


 

Veamos, un campus de verano suele durar una semana y viene a costar entre 400 € y 600€. Esa cantidad es muy parecida a lo que podría pagar por una temporada entera en un club un niño (o niña, recuerden que el genérico masculino incluye a los dos géneros y a efectos de los campus es tan bueno el dinero de ellas como el de ellos).

—Eso tampoco me cuadra ¿alguien cree que en una semana la mejora del niño va a ser significativa tras un año practicando baloncesto? Una semana, que además, cuesta lo mismo que una temporada entera en el club.
—Sí, sí, hay una gran mejoría porque contamos con grandes especialistas en tecnificación para que la mejora sea asombrosa, etcétera.
—¿Los especialistas que me dice son esos monitores que lo mismo ni cobran? Sigue sin cuadrarme.
—Bueno, eso es una cuestión interna, el caso es que se propicia el mejor entorno para que se produzca esa mejora.
—No sé, no sé ¿hacen algún tipo de filtro o criba a la hora de admitir chavales?
—Bueno, la verdad es que no.
—¿Es requisito al menos estar federado en algún club?
—Vale, de acuerdo, el único requisito es pagar la inscripción, aunque nunca haya tocado una bola de baloncesto.
—Acabáramos.

Me cuenta mi amigo Xavi Sánchez, a la sazón director durante muchos años de un campus de baloncesto, que “al final lo más importante de todo es que los niños se lo pasen bien, y eso incluye todo: el baloncesto, el tiempo libre, los entrenadores…”. No está tan de acuerdo conmigo en que el aprendizaje sea mínimo pues, señala, “claro que aprenden ¡cómo no van a aprender! En cinco días de campus hacen más baloncesto que en un mes de club”. Tras hacerme un somero repaso de la cantidad de trabajo y la gran responsabilidad que implica montar un club, Xavi me deja claro algo que no necesitaba yo que me dijera, por lo obvio: “por supuesto, si no generas dinero ya te digo yo que un campus no se hace”, afirma tajante.

Campus de guardería

Por otro lado, sería injusto tratar igual a todos los campus. De lo que no me bajo es de la idea de que la inmensa mayoría tienen como principal función hacer de guardería, que los chiquillos se lo pasen bien y ganarse unos dineros, que eso siempre viene bien. En buena parte de los casos, el baloncesto no deja de ser más que una excusa, un reclamo y una forma de pasar parte del tiempo que dura el campus. Y aunque parezca lo contrario, no estoy diciendo que eso me parezca mal.

En muchos de esos campus de guardería, que tienen el baloncesto como mero reclamo, ni se molestan en buscar monitores formados, y el requisito principal para entrar en el staff es que estén dispuestos a ir gratis (o por la comida).

Otros campus tratan de ofrecer cierta calidad deportiva, pero saben que si quieren subsistir tienen que ofrecer precios competitivos, por lo que no pueden gastar mucho en monitores, así que montan una especie de estructura piramidal en la que al menos unos cuantos monitores “senior”, en la parte más alta de esa pirámide, cobran y garantizan conocimiento y experiencia, y otros, con rol más básico, ni cobran (tanto) ni ofrecen esas garantías profesionales, pero aportan un trabajo imprescindible para gestionar a cientos de criaturas durante esos días de campus.


 

Campus de élite

Cierto es que en algún caso incluso se intenta montar algún campus de élite, en el que se busca trabajar de forma concienzuda, perfeccionar baloncesto a alto nivel, con jugadores de muy buen nivel y monitores muy experimentados y formados. Pero también es cierto que en lo económico es complicado sostenerlos, pues por necesidad han de ser caros y su público potencial muy reducido. En muchos casos, terminan por tirar la toalla y cerrar por falta de demanda o, en su defecto, bajar el listón del filtro por calidad del jugador, cuando no terminar como el típico campus, sin filtro alguno y sin pagar a los monitores.

Campus de club

Existe también un modelo intermedio, que últimamente se ha puesto muy de moda: el campus de club. Sería éste un campus organizado por un club determinado y orientado a los jugadores del propio club, pero abierto a quien quiera inscribirse de fuera (y si resulta ser buen jugador y se le capta, pues mejor que mejor). La idea básica sería que los jugadores sigan practicando baloncesto durante el verano, ganar una pequeña cantidad de dinero si se tercia y, sobre todo, fomentar el sentimiento grupal. Lo del sentimiento grupal o de pertenencia al club, en algunos casos puede llegar a ser enfermizo, hasta el punto de llegar a enfocarlo casi como una secta, por eso de que la mejor manera de que no se te lleven jugadores a otro club es tenerlos bien amarrados desde el punto de vista emocional. Pero claro, como en todo, en esto también hay grados.

Subasta de entrenadores

Otra práctica muy extendida sería la de que para entrar como monitor remunerado en un campus el entrenador de turno ha de asegurarle al campus la presencia de X jugadores de su club, de forma que solo si el entrenador logra arrastrar ese número mínimo de campers tendrá sitio. Vamos, una subasta, los que más gente me traigan entran, los que no se quedan fuera. No deja de ser una buena forma de ir sobre seguro, pues solo se paga a los monitores que garanticen rentabilidad económica.

Campus de famoso

Faltaría por comentar la cuestión del nombre de los campus. Quizá lo más frecuente es recurrir a usar el nombre de algún jugador/entrenador famoso como reclamo. Dentro de estos los hay en los que el jugador se limita a aportar el nombre, aparecer un día a hacerse fotos con los críos y llevarse una cantidad de dinero. Pero también, en el otro extremo, los hay en los que el jugador que aporta el nombre es el director real del curso, el promotor, monitor, y lo que hiciera falta. Entre ambos extremos hay todo tipo de casos.

En definitiva, que nadie se engañe, cada cual se gana la vida como puede, y montar un campus es un negocio tan digno como otro cualquiera, y en algunos casos, y según los escrúpulos que se tenga, puede ser incluso un muy buen negocio. En estos casos, además, suele haber un interés genuino en que los críos se diviertan, pues si se divierten es probable que repitan, e incluso en que mejoren en el baloncesto, si ello fuera posible. Pero, por favor, que no me cuenten la película esa de que yo no gano nada y lo hago todo por los niños, que ya vamos teniendo una edad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Cuánto cobra una jugadora profesional de baloncesto?

Sistemas básicos para juego al poste: shuffle, triple post y high-low

8 formas diferentes de defender el bloqueo directo