La soberbia del entrenador


“Si a mí me dan ese jugador/equipo/presupuesto lo hago mejor que fulanico de calle”. ¿Y a que sí? ¿Y a que alguna vez lo has pensado? Sí, sí, pensado, no dicho, que una cosa es pensarlo y otra decirlo, y ésta, la soberbia del entrenador, es de las cuestiones que se piensan pero no se dicen. Pero aquí estoy yo, para salpicar desde ese charco.

Soberbia como mecanismo de defensa

Hay incluso quien dice que tener el ego subido, la autoestima o, en definitiva, la soberbia, es en cierto modo casi consustancial con el entrenador, al menos el triunfador, el de élite, por eso de que si no estás un poco crecido tú por ti mismo entre unos y otros te entierran. Y esos unos y otros son el famoso “entorno” y, sí, digámoslo, los demás entrenadores.

Y la soberbia, queridos amiguitos, es muy mala, no solo por ella misma, sino porque nos induce a cometer errores, puede incluso que errores muy serios. Me explico.

"No entres en ese proyecto"

Nos pasa, porque nos pasa, que se nos acerca un colega a contarnos sus penas: que si no consigue sacarle punta a tal jugador, que si es indisciplinado con los sistemas, que si anárquico en el juego, que si… y mientras estamos oyendo esa cantinela nuestro cerebro ya está pensando “porque tú eres un patán y no sabes una mierda de esto. Si lo pillara yo ibas tú a ver la que liábamos”. Otro día llega un colega y nos dice que ni se nos ocurra meternos en tal proyecto con esa plantilla, que esa categoría es dura y la plantilla corta, que como te peguen dos revolcones para empezar eso no hay quien lo levante y bla, bla, bla, pero mientras, nuestro endemoniado cerebro a lo suyo: “claro, eso te pasará a ti que no has empatado con nadie, pero yo ya verás, con todo lo que yo he inventado, y lo que me queda por inventar, eso lo saco yo con la gorra, y si hay algún contratiempo mis dotes innatas de psicólogo harán el resto y le daremos la vuelta a lo que sea”.

Y luego, pasa lo que pasa, que echan a un entrenador nada más empezar la temporada porque lleva un 0-6 y tú, necesites o no el dinero, dices que sí, que adelante, que tú seguro que reconduces la situación porque eres un crack.

Otro día te ofrecen al jugador aquél con tanto potencial aparente que le daba quebraderos de cabeza a tu colega y tú ¿qué haces? ¿pues qué vas a hacer? Ficharlo, que para eso tú sabes más que nadie.

Si lo tengo que montar yo, lo monto

Pasa el tiempo y, por lo que sea, no te apetece entrenar o no te ofrecen nada interesante (véase la entrada sobre ciniconsejos y personal branding para entradores) y terminas de Director Deportivo o Presidente y te toca montar una plantilla para la siguiente temporada, y las pocas dudas que tenías al respecto las despejas pronto, tan pronto como recuerdas la de veces que dijiste “una plantilla mejor que esa la hago yo con la punta de… la gorra, si los patanes estos han podido yo también puedo, y además por la mitad de dinero”. Sí, confiésalo, lo pensaste, y puede que con alguna copa de más llegaras incluso a confesárselo a alguien de confianza. Y ahí estás tú, viendo como los jugadores (o jugadoras) que tanto te gustaban terminan fichando en otros equipos, por lo que sea, y que los que sí te firmaron el contrato luego en la pista resultan un bluff.

 

Excusas

Los errores inducidos desde la soberbia son un peso importante, pero más pesado aún es enrocarse en ella hasta el final. Luego resulta que el jugador aquél al que no sacaban punta con nosotros funciona aún peor, pero claro, no vamos a reconocer, ni hartos de vino, que nos equivocamos y que lo hacemos aún peor que nuestro colega. No, eso nunca, así que luego resultará que aquella lesión le vino mal o que un problema personal random le ha afectado sobremanera, justo esta temporada que iba a explotar gracias a nuestro trabajo.

¿Y qué pasa con el equipo aquél que estaba fuera de categoría? Sí, ese en el que nos embarcamos pese los consejos bienintencionados de los compañeros para que no lo hiciéramos. Pues ¿qué va a pasar? Que nos va como el culo, como no podía ser de otra manera. Pero no será por culpa nuestra, porque no seamos buenos entrenadores o porque el equipo no da más de sí. No, nosotros no nos equivocamos, que para eso somos soberbios. Será culpa de los árbitros (esa excusa vale para todo), de las lesiones (siempre muy socorridas), la mala suerte del partido aquél y el otro en el que el tiro final se salió (si es que logramos llegar a algún final igualado), de que había algún cáncer en el vestuario (anda que como sea el jugador aquél que te ofrecieron, el que te dijeron que no se encauzaba. O peor, anda que como seas tú…).

Por no hablar de ese equipo que nos tocó montar con un presupuesto más que interesante, pero del que a todo el mundo dijimos que era la mitad de la cifra real, pues eso siempre lo hace todo mucho más épico si triunfamos y nos sirve de excusa si, por lo que sea, la cosa no funciona. Y no, normalmente no funciona ¿Cómo va a funcionar? Si no hemos hecho un equipo en la vida, Hulio. Que si esos transfer que no llegan porque hemos tenido mala suerte con la burocracia, no porque no fuéramos previsores y los pidiéramos en el último momento. Ese agente que nos la mete doblada. Ese tirador infalible que fichamos como revulsivo para el tramo final de la temporada y que… sí, resulta que es musulmán, y coincide con el ramadán, y no la mete en el arco iris porque ni ve el aro de pura deshidratación.

La soberbia, qué mala es, y qué poco se habla de ella, porque es un mal que se sufre como las almorranas: en silencio. Bueno, salvo cuando con esas copas de más se te suelta la lengua.

Y claro, ¿quién no ha pecado de soberbia en este mundo del baloncesto?

Que tire la primera piedra quien…

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