Mágica temporada de minibasket con el CB Capuchinos

Este año tuve la suerte de convertir un problema en una oportunidad (que dirían los expertos en management) tras verme abocado a quedarme sin equipo propio por falta de jugadoras (parece que cada vez cuesta más encontrar niñas dispustas a jugar a baloncesto) y terminar al fin echándole una mano a Carles Miñana (junto con Miki Rodríguez e incluso Cari Sánchez cada vez que podía venir) con su proyecto con los peques del Alevín A masculino del CB Capuchinos. Ello, por supuesto, compaginado con ayudar en el senior femenino con Alex Navarro.

Ya entrené a la mitad de ellos el año pasado, con lo que además de conocerlos un poco les cogí bastante cariño, algo fundamental para decidirme a ofrecerme como tercer o cuarto entrenador de este equipo. El hecho de poder entrenar junto a Carles Miñana, Miki y Cari, obviamente, fue la otra cuestión que me decidió a querer estar con este grupo de chavales.

He disfrutado como un puñetero cochino este año, así, como suena, además de aprender muchísimo de la mano de Carles Miñana. He aprendido muchas cosas, de mayor o menor detalle en el trabajo, pero creo que el secreto está en una cosa fundamental aunque obvia: equilibrio. Equilibrio en muchos aspectos. Equilibrio sobre todo a la hora de repartir los momentos en los que toca apretar, ponerse duro con el trabajo, la disciplina o el nivel de exigencia con los chicos frente a los momentos de dar cariño, mimo y hasta hacerles revolcarse por los suelos de la risa, algo para lo que conozco poca gente capaz de lograrlo como Carles Miñana.

Pero ese equilibrio también lo he visto a la hora de trabajar los roles. Lo que se buscó durante todo el año fue precisamente que todo el mundo sumara, tanto en defensa como en ataque, buscamos la implicación de todos los jugadores, que todos crecieran individualmente para hacer crecer al equipo como tal. Creo que se consiguió con creces. También se buscó el equilibrio entre buscar la mejora individual, a base de trabajo de técnica individual como el aprendizaje de conceptos de juego colectivo, y creo que ese equilibrio también existió.

Y si algo ha sido determinante este año con ese equipo ha sido el buen rollo en todos los aspectos. Imagino que el haber ganado casi todos los partidos algo habrá ayudado, pero estoy convencido de que eso no ha sido más que la guinda a una convivencia entre entrenadores, jugadores y padres ejemplar. Creo que más que el ganar partidos lo que nos ha enganchado a la mayoría de este grupo del CB Capuchinos ha sido el ver la mejora diaria en el juego de estos chavales, que creo (y supongo que seré poco objetivo pero así lo pienso) ha sido evidente mes a mes, por no decir semana a semana, terminando por hacer un baloncesto colectivo más que interesante, con bastantes recursos, creo que los idóneos para estas edades, aunque sobre eso hay opiniones.

Decía que lo de ganar partidos era accesorio, la guinda, pero el hecho es desde que empezó la liga este grupo de chavales han vendido caras cada una de sus tres derrotas, una en la liga regional y las otras dos en torneos fuera de Murcia. La primera fue en la primera vuelta de la liga local, contra el CB Murcia, donde tal vez el logotipo de la camiseta del rival pesó demasiado en nuestros chavales, que salieron algo agarrotados. Las dos siguientes ocasiones en que estos chavales se enfrentaron al CB Murcia se saldaron con victoria y, me parece, con una mejora de juego evidente por parte de los nuestros, en su camino de evolución lógica y mejora constante que suele ocurrir a estas edades, aunque a no todos los equipos se les ha visto ese mismo ritmo de mejora.

Otra de las derrotas tuvo lugar en Granada, donde jugamos un torneo frente a Maristas y Carmelo, a la sazón subcampeón de Andalucía y con tres jugadores en sus filas que se proclamaron Campeones de España con la Selección Andaluza. Pese a la importante baja de Carlos Alemán el partido frente a Carmelo estuvo muy disputado hasta el final y pudimos ver momentos de juego muy brillante, tanto a nivel individual como colectivo, aunque terminamos perdiendo el partido en esos instantes finales. Contra Maristas, el segundo equipo de Granada, ganamos nosotros, pero las caras de satisfacción eran similares tras jugar con Carmelo, satisfechos al fin y al cabo con el trabajo realizado.

Algo parecido ocurrió este pasado fin de semana contra Valencia Basket en la final del Pequebasket de L'Alcora, en la que nuestros chavales dominaron el partido y el marcador durante buena parte del partido pese a la superioridad física de los valencianos, quienes al final, cuando nuestros chavales se quedaron sin gasolina (quinto partido en nueve horas, semifinal y final sin descanso entre medias), decantaron ligeramente la balanza a su favor merced a esa ventaja física. Habría sido mucho más ilusionante ganar la final, como se ganaron los otros cuatro partidos, pero las caras de los chavales reflejaban más cansancio que decepción, pues aunque estuvieron muy muy cerca de la victoria el rival fue superior, al menos un poquito superior, y así lo aceptaron de buen grado.

Hubo alguna victoria muy ajustada. La que tuvo lugar frente a Lliria en la primera fase del Pequebasket de L'Alcora fue por un solo punto, triple incluído del rival en los últimos segundos. Muy disputados fueron también los instantes finales de los partidos jugados contra Cartagena, un equipo que este año me ha gustado mucho.

Aprovecho que hablo de victorias y derrotas para hacer una reflexión acerca del factor competitivo en edad de minibasket. Hay quienes sostienen que no es bueno que los chavales compitan a estas edades por eso de que podrían causar traumas. No soy experto en pedagogía, pero puedo entender el argumento, aunque personalmente no lo comparto. Lo que no entiendo es que con ese argumento se diga que se busca una liga donde la competición no cause traumas, pero se anotan las canastas, los resultados, los vencedores, se hace una clasificación oficial que se hace pública, se llega al Día del Mini y se hacen cruces en formato de F4 y luego se diga que no hay campeón, que se trata de jugar y divertirse. No tiene sentido, si realmente se quiere que no haya campeón por eso de los agravios comparativos o posibles traumas se podría jugar sin anotar los puntos, ni los vencedores, etc. Eso sí, creo que sería mucho más aburrido. Si no, no tienen más que preguntarle a los chavales si prefieren jugar con marcador o sin marcador, y preguntarles incluso después de haber perdido un partido. Siempre quieren competir. Competir es sano si no se nos va la cabeza a los adultos, si se hace en buena lid, con afán de ganar, pero siempre supeditado todo a la diversión.


No termino de ver bien que se camufle en el Día del Mini una F4 en la que oficialmente no hay campeón pero que enfrenta en formato de F4 a los primeros clasificados del grupo especial. Creo que competir es sano si se controla a algún que otro energúmeno que se descontrola por ahí (no todos los padres son ejemplares). Y es compatible el competir con divertirse el día del Mini. Se me ocurre una solución inclusiva: que se empiece a jugar el día del mini, que se pare a media mañana para jugar la final oficial (sólo la final para no alargar demasiado) y a continuación sigue la fiesta, también para los que sí jugaban la final haciendo cosas más lúdicas, como comentaba creo que Carles Miñana: haciendo equipos combinados con jugadores de varios equipos y cualquier otra cosa puramente lúdica. Lo que no termino de ver es que se haga una F4 de tapadillo. Creo que o no se hace nada de lo que implica competir de verdad o se hace claramente, incluso integrada dentro del Del Mini. De verdad, si a los niños se les enseña a perder y a ganar, jugar, competir, ganar, y también perder, es divertido. Evidentemente, ganar lo es aún más.

Termino esta larga entrada reafirmándome en la idea de lo divertido que ha sido este año gracias a la buena relación humana entre todos los integrantes de esto: niños, padres y entrenadores. Porque por falta de entrenadores no ha sido, hasta 4 entrenadores hemos llegado a estar presentes en muchos entrenamientos, eso sí, siempre con Carles Miñana como entrenador principal. Algo habremos podido sumar entre todos pero, al menos en lo que a mí respecta, he aprendido una barbaridad de la mano de Carles Miñana, Miki Rodríguez y Cari Sánchez. Como se suele decir, está claro que he salido ganando.

Sólo espero que no se rompa este buen ambiente con el tiempo y que los niños, que probablemente ninguno llegue a ser profesional del baloncesto (o vete a saber, que a esta edad es complicado saber si uno tiene un Navarro por ahí), recuerden este año con el mismo cariño que lo recordaré yo (y supongo que puedo decir lo mismo en nombre de los otros entrenadores) y que todo esto que hemos vivido les ayude a ser mejores personas en la vida que les espera, nada fácil como se puede apreciar en cada telediario. Si hemos ayudado siquiera un chispín a que estos chavales sean mejores personas de mayores ha valido la pena todo esto.

Comentarios

Pedro Martinez Del Campo ha dicho que…
Tienes mas razon que un Santo, los chicos han evolucionado tanto como jugadores como nivel personal.
En cuanto a al entrenador y acolitos que decir, Chapeau, Sois magnificos y por ultimo si tu has disfrutado como un cochino te puedo asegurar que yo tambiem y puedo hablar en nombre de toda la Marea Verde que tambien.
Que este año quede en nuestros recuerdos en un lugar privilegiado.
CAAAAAAPUCHINOS.

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