Hacer un Arlauckas

Joe Arlauckas al inicio de su charla, aún de día.

Joe Arlauckas fue un grandísimo jugador de baloncesto en la década de los 90 del pasado siglo. Una vez retirado, ejerció durante varios años de director del Campus de verano del Real Madrid, por lo que en alguna ocasión coincidió en tiempo y lugar con nuestro Curso Internacional de Alto Rendimiento en Baloncesto.

Un año, el 2013, a la sazón la tercera edición del curso, conseguimos cuadrar horarios y le hicimos a Joe Arlauckas un pequeño hueco en la sesión de tarde del 12 de julio. La de Joe sería la tercera y última de las charlas de la tarde. Como el programa ya iba bastante cargado le habíamos ofrecido una charla corta, de unos 40-45 minutos.

Esa tarde fue bastante dura. La sesión empezó a eso de las 16:00 h., cuando la canícula más se ensañaba con los presentes, y lo hizo con la intervención de Javier Sampedro, a base de Powerpoint, charla que no pasará a los anales por lo animada. Continuó la jornada vespertina con otra de Salva Maldonado que, al menos, se desarrolló en la pista con jugadores de baloncesto, y ver jugadores moverse por el parquet siempre ayuda a luchar contra el aturdimiento vespertino del mes de julio.

Como no puede ser de otra manera, fuimos acumulando retraso, y la charla de Arlauckas, que estaba prevista para las 20:00 h. empezó bastante después de esa hora. Para entonces estábamos todos bastante tocados por la fatiga, menos Joe. Lo bueno era que la charla sería corta. O eso pensé, erróneamente.

Con el bueno de Joe Arlauckas el fin de semana del curso.

No tengo claro si falló la comunicación con Joe y el dato de que la charla debía ser breve no lo transmitimos con claridad, o si a Joe eso le importó poco cuando se vino arriba ante un auditorio de gente del baloncesto, el caso es que cuando llevábamos 40 minutos de charla Joe no parecía estar terminando la conferencia, ni a los 50, ni a los 60...

Decidí entonces que debía ser proactivo y ponérselo fácil para terminar, así que me fui acercando hacia él. Agarré un micro y me situé cerca de su hercúlea figura, para darle a entender que tocaba dar paso a un turno rápido de preguntas e irnos de allí de una vez, pero Joe no se dio por aludido.

Recuerdo haberle escuchado durante la charla hablar sobre lo agresivo que se podía llegar a ponerse cuando se enfadaba. Dijo algo relativo a cuánto le molestaba correr como trailer y que no le pasaran el balón y un literal que, por lo visto, le dijo a algún base de entonces, supongo que a Pablo Laso: “si no me la pasas te meto una hostia”, frase que, dicha con la voz y el convencimiento de un tipo de 2,06 m. como Joe Arlauckas, impone bastante.

Andaba yo aún con eso en la cabeza cuando, viendo que seguía y seguía hablando, y ya noche cerrada, decidí pasar por delante de él con el micro como quien no quiere la cosa para que tuviera que verme sí o sí. Y entonces ocurrió esto:


—Tío, ¿me estás echando? —dijo Joe clavando su dura mirada en mi minúsculo ser.

Yo, que le había escuchado perfectamente, pues me lo dijo justo al pasar delante de él, seguí andando y mirando al frente, tratando de aparentar serenidad.

—¡Cuidao! —añadió amenazante.

Y yo, que soy muy bravo cuando me siento ante un teclado, pero muy poca cosa en el cara a cara en persona, hice lo que ya pueden ustedes imaginar: agaché la cabeza y me senté en un rincón a esperar que al bueno de Joe le pareciera bien dar por terminada la charla.

La charla seguía y seguía, sin visos de ir a terminar. En algún momento llegué a plantearme casi en serio buscar algún suberfugio para forzar el fin, algo como llamar a la Guardia Civil con algún pretexto peregrino. Y en esas andaba cuando el gran Joe Arlauckas consideró de motu propio finalizar su intervención sin necesidad de pasar a mayores.

Desde entonces, cuando algún conferenciante inmisericorde alarga su charla ad infinitum, decimos que está “haciendo un Arlauckas”.

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